La inestabilidad política aumenta el estrés, un estrés fundamentado en dos ideas: el desequilibrio laboral y la incertidumbre económica. Esta tensión, generada por los “vaivenes políticos” se une a las demás angustias cotidianas que ya acarreaba el individuo; de hecho, ya hay evidencias contrastadas en las consultas médicas, pero ¿hasta qué punto están relacionadas la salud mental y la crisis? Psicopartner, el último concepto en psicoterapia, nos da las claves que explican el vínculo entre los cambios sociales y nuestro psique.
- La inestabilidad política está afectando a la sociedad, tanto de manera interna como en la proyección del país al extranjero, ahuyentando a inversores, reduciendo el turismo, deteniendo la disminución del número de parados, etcétera. La población ha perdido la fe en la recuperación política, lo que genera estrés y frustración unida al miedo que genera la incertidumbre.
- Las personas nos estresamos por lo que no podemos controlar y no sabemos, estos pensamientos llevan a la desesperación y una profunda desilusión. Una parte del estrés viene, también, por el rechazo y miedo de la sociedad al cambio. El ser humano por naturaleza se inquieta ante los cambios, pudiendo llegar a sentir ansiedad notando los estragos de esa “cultura del miedo”.
- Las personas que sufren estas situaciones de angustia creciente no son enfermos, pero han de buscar estrategias para gestionar esas emociones de modo adecuado. Hay que procurar transformar el estrés malo en bueno, normalizarlo, aumentar la actividad y pensamientos positivos, pensar que el proceso puede ser positivo.
- La mayoría de la población tiene estrategias sociales, grupales e individuales para disminuir los síntomas, pero hay un porcentaje pequeño, más sensible o con alguna patología previa, que necesitará terapia y fármacos. El remedio no es patologizar ni medicalizar los problemas, sino recuperar el control de la propia vida mediante el encuentro con los demás.
- Se recomienda acudir a profesionales ante situaciones de alerta, ya que estas emociones, mal gestionadas, pueden desembocar en trastornos de estrés agudo o incluso, postraumático, cuyo periodo de recuperación es mucho más largo y sus consecuencias pueden variar desde el deterioro social como reducción de los contactos, hasta presentación de irritabilidad, fragilidad, o en lo laboral, inatención, desconcentración, ausentismo y desapego de las normas.
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